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Foto del escritorUma Kanya Barraquet

Neurociencia y salud emocional: ¿Cómo tomar decisiones sin perder la calma?


Introducción


La neurociencia ha revelado que nuestras emociones juegan un papel fundamental en la toma de decisiones, aunque muchas veces nos gusta pensar que somos seres completamente racionales. En realidad, cada decisión que tomamos está fuertemente influenciada por nuestros estados emocionales (Damasio, 1994). ¿Cómo reaccionas cuando estás bajo presión? ¿Tomas decisiones que luego lamentas? Además, investigaciones recientes sugieren que el estado de calma se puede inducir al activar el sistema nervioso parasimpático, lo cual tiene un impacto directo en la mejora de la regulación emocional (Porges, 2021).


Las investigaciones recientes también muestran que la corteza prefrontal y la amígdala, dos áreas clave del cerebro, trabajan en conjunto para gestionar la toma de decisiones. La corteza prefrontal es responsable del razonamiento lógico y la planificación, mientras que la amígdala responde a los estímulos emocionales (LeDoux, 2019). Este equilibrio entre razón y emoción es lo que nos permite reaccionar de manera efectiva, pero cuando una de estas áreas domina a la otra, podemos vernos atrapados en decisiones poco acertadas.


En el día a día, nuestras emociones actúan como señales que guían nuestro comportamiento, lo cual puede ser útil o perjudicial dependiendo de cómo manejemos estas emociones. Por ejemplo, la ansiedad puede impulsarnos a prepararnos mejor para un evento importante, pero también puede paralizarnos si se descontrola. Comprender cómo funcionan estos mecanismos nos permite aprovechar el poder de nuestras emociones de una manera más constructiva, en lugar de ser arrastrados por ellas.


La importancia de la neurociencia en la regulación emocional


Comprender cómo nuestro cerebro procesa las emociones nos brinda herramientas únicas para mejorar nuestra regulación emocional. Esto es crucial no solo para nuestra salud mental, sino también para nuestra capacidad de tomar decisiones bajo presión. La neuroplasticidad, o la capacidad del cerebro para cambiar, significa que podemos entrenar nuestro cerebro para reaccionar de manera más saludable ante el estrés (Doidge, 2015). En lugar de dejarnos llevar por nuestras reacciones automáticas, podemos aprender a generar respuestas más consideradas y calmadas.


El conocimiento sobre la neuroplasticidad nos dice que nuestros cerebros no están "fijos" en una determinada forma de reaccionar. Al contrario, podemos moldear nuestras conexiones neuronales a lo largo del tiempo mediante la práctica de nuevas conductas y patrones de pensamiento. Este tipo de entrenamiento mental es esencial para desarrollar habilidades que nos permitan gestionar mejor nuestras emociones, reducir el impacto del estrés y, en última instancia, vivir una vida más satisfactoria y menos reactiva.


Conexión entre emoción y decisión

Las emociones no son enemigas de la toma de decisiones, al contrario, pueden proporcionar información valiosa sobre qué es importante para nosotros (Damasio, 1994). Por ejemplo, la intuición que sentimos en ciertas situaciones es a menudo el resultado de experiencias pasadas procesadas rápidamente por el cerebro. Estas respuestas intuitivas son, en muchos casos, atajos útiles que nos permiten reaccionar con rapidez cuando es necesario. Sin embargo, si nuestras emociones no están bien reguladas, corremos el riesgo de que decisiones importantes sean influenciadas por el miedo, la ansiedad o la ira. La clave está en reconocer cómo nos sentimos y usar esa información sin dejarnos arrastrar por ella.


El estrés crónico, tal como lo describe Sapolsky (2017), puede desencadenar una serie de respuestas fisiológicas que afectan negativamente a nuestro comportamiento y juicio. Cuando estamos bajo estrés constante, la amígdala tiende a dominar sobre la corteza prefrontal, lo cual significa que nuestras respuestas se vuelven más reactivas y menos reflexivas. El aprendizaje de técnicas de regulación emocional puede ayudar a mantener el equilibrio entre estas dos áreas del cerebro, facilitando una mejor toma de decisiones.


Neuroplasticidad y regulación emocional

La neuroplasticidad es una de las mayores esperanzas para quienes quieren mejorar su regulación emocional. Los estudios muestran que actividades como la meditación y el mindfulness pueden cambiar físicamente el cerebro, aumentando la conectividad entre la corteza prefrontal y la amígdala (Davidson & Begley, 2012). Este fortalecimiento permite que tengamos una mejor capacidad para calmar nuestras respuestas emocionales y reaccionar de manera más equilibrada frente al estrés.


La capacidad del cerebro para cambiar no se limita solo a la meditación. Otras prácticas, como el aprendizaje de habilidades nuevas, el ejercicio físico regular y la exposición a entornos estimulantes, también contribuyen al desarrollo de nuevas conexiones neuronales. Todo esto favorece la regulación emocional al mejorar nuestra capacidad de adaptarnos a los cambios y enfrentar los desafíos de manera proactiva. Incluso el acto de reflexionar sobre nuestras experiencias y buscar nuevos significados en ellas puede fortalecer la neuroplasticidad y ayudarnos a desarrollar una perspectiva más equilibrada y resiliente.


La amígdala y la respuesta al estrés

La amígdala juega un papel crucial en la respuesta al estrés, activándose cuando percibimos una amenaza (LeDoux, 2019). Aunque esta respuesta es útil en situaciones de peligro real, muchas veces la amígdala se activa con amenazas percibidas que no representan un riesgo inmediato. Esto puede llevarnos a reaccionar de manera exagerada o a tomar decisiones precipitadas. Aprender a calmar la respuesta de la amígdala es esencial para no ser víctimas de nuestras propias emociones.


Además, la amígdala está involucrada en la formación de recuerdos emocionales, lo que significa que nuestras experiencias pasadas influyen en cómo percibimos y reaccionamos ante situaciones futuras. Cuando experimentamos un evento estresante, nuestra amígdala almacena esa experiencia y puede desencadenar respuestas similares en situaciones posteriores, incluso si el contexto no es exactamente el mismo. Por ello, es fundamental trabajar en la reinterpretación de esos recuerdos y en la creación de asociaciones más positivas, lo cual puede disminuir la intensidad de la respuesta emocional en el futuro.


El equilibrio entre la amígdala y la corteza prefrontal es lo que nos permite actuar con prudencia. Técnicas como la respiración profunda, el mindfulness y la reestructuración cognitiva nos ayudan a reforzar ese equilibrio, asegurando que la parte racional de nuestro cerebro pueda ejercer control cuando nuestras emociones amenazan con tomar el mando. Con la práctica constante, es posible entrenar al cerebro para que responda de una manera más tranquila y considerada, incluso frente a desafíos significativos.


Conclusión


La neurociencia nos enseña que nuestras emociones juegan un papel crucial en la toma de decisiones y que podemos entrenar nuestro cerebro para manejarlas mejor. Comprender cómo funcionan la amígdala y la corteza prefrontal, y cómo podemos influir en su actividad mediante la neuroplasticidad, nos da herramientas para reaccionar con más calma y menos impulsividad. Al trabajar en nuestra regulación emocional, no solo mejoramos nuestras decisiones, sino que también logramos vivir una vida más equilibrada y plena. Recordemos que cada pequeño esfuerzo cuenta y que la práctica continua puede llevarnos a desarrollar un control emocional que haga nuestra vida mucho más llevadera y satisfactoria (Davidson & Begley, 2012; Doidge, 2015).


Para alcanzar un cambio real y duradero, es fundamental incorporar estas prácticas en nuestra rutina diaria. Ya sea a través de la meditación, el ejercicio físico, el aprendizaje constante o la reflexión personal, cada paso que demos hacia la regulación emocional contribuirá a nuestra calidad de vida. La capacidad de tomar decisiones acertadas, de mantener la calma frente al estrés y de conectarnos con los demás de una manera auténtica y compasiva, son habilidades que se desarrollan con tiempo y esfuerzo. La neurociencia confirma que tenemos el poder de cambiar nuestros cerebros y, por lo tanto, nuestras vidas. Así que, sin prisa pero sin pausa, continuemos entrenando nuestras mentes para vivir de manera más consciente y equilibrada.


Referencias


Porges, S. W. (2021). The Polyvagal Theory: Neurophysiological Foundations of Emotions, Attachment, Communication, and Self-Regulation. W. W. Norton & Company.


Sapolsky, R. M. (2017). Behave: The Biology of Humans at Our Best and Worst. Penguin Press.


Davidson, R. J., & Begley, S. (2012). The Emotional Life of Your Brain: How Its Unique Patterns Affect the Way You Think, Feel, and Live—and How You Can Change Them. Penguin Group.


Damasio, A. R. (1994). Descartes' Error: Emotion, Reason, and the Human Brain. Avon Books.


Doidge, N. (2015). The Brain's Way of Healing: Remarkable Discoveries and Recoveries from the Frontiers of Neuroplasticity. Viking.


LeDoux, J. E. (2019). The Deep History of Ourselves: The Four-Billion-Year Story of How We Got Conscious Brains. Viking.

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